Semana Santa

Declarada de interés turístico Regional

La Semana Santa de Archena fue declarada Fiesta de Interés Turístico Regional en 1995. El Cabildo Superior de Cofradías está integrado por doce Cofradías y Hermandades que son las que organizan todos los desfiles procesionales.

Tras los triduos y distintos actos cuaresmales que comienzan el miércoles de ceniza, los actos de la Semana Santa archenera se inician el domingo anterior al de Ramos, con el Pregón de Semana Santa que siempre tiene lugar en la Iglesia Parroquial de San Juan Bautista, tras la misa de doce. Las primera de las procesiones que organizan las distintas cofradías y hermandades es la del Viernes de Dolores, el Vía Crucis, y en ella desfila únicamente la Virgen de los Dolores, con su trono e imagen correspondiente.

El Domingo de Ramos, a las diez de la mañana, tiene lugar la procesión de las palmas; finalizada la cual se celebra la Santa Misa. La adquisición de palmas para el domingo de Ramos, que luego se repartían entre los vecinos, ha sido durante siglos uno de los gastos fijos del Ayuntamiento de Archena. Actualmente es el Cabildo, que cuenta con subvención municipal, el que se encarga de su compra.

El Lunes Santo no hay procesión, pero sí un Vía Crucis organizado por la Cofradía de las Ánimas, que sale de noche desde la Parroquia del Corpus Christhi. El Martes Santo, los archeneros sacan a la calle la Procesión del Perdón, que es la primera que se inicia ya en horario nocturno e incluye los siguientes tronos: la Oración del Huerto, la Negación de San Pedro, el Jesús del Rescate, el Cristo de los Azotes, el Cristo del Perdón, La Piedad y la Soledad. El Miércoles Santo, la Procesión del Prendimiento lleva a las principales calles del centro de Archena ocho tronos, que en buena parte escenifican la pasión de Jesucristo. La emblemática Cruz de los Espejos inicia el desfile, seguida del Ecce Homo, la Centuria romana, conocida popularmente como compañía de los Armaos, el Cristo del Gran Poder, el Cristo de la Agonía, el Cristo de la Sangre, San Juan Evangelista, y finalmente La Dolorosa.

El Jueves Santo, rememorando ya la muerte del Salvador, podríamos decir que no hay procesión, porque la llamada Procesión del Silencio y Vía Crucis, sale exactamente a las 24.00 horas, desfilando un único trono, el del Cristo del Monte Calvario, por lo que en realidad es una de las tres que corresponden al Viernes Santo.

Ese es el día fundamental en la Semana Santa de Archena, sin duda el más emocionante y agotador para los hermanos y cofrades, que además de la señalada, sacan otras dos procesiones a la calle. A las nueve de la mañana se produce el llamado Encuentro Doloroso posteriormente el Sermón de Semana Santa en la Plaza de España, tras el que inicia su recorrido la más larga, La Procesión del Encuentro Doloroso, integrada por trece tronos: la Cruz de los Espejos, la Samaritana, la Cena, la Oración del Huerto, el Cristo de los Azotes, la Verónica, Nuestro Padre Jesús Nazareno, la Centuria Romana (los Armaos), el Cristo del Gran Poder, el Cristo de la Agonía, el del Monte Calvario, San Juan Evangelista y La Dolorosa.

Al término de los oficios tiene lugar una ceremonia singular: el desenclavamiento, del Cristo Crucificado, que posteriormente desfila tumbado sobre el sepulcro El autor de esta talla es el único escultor archenero, Enrique Salas, artífice igualmente de la Cruz de los Espejos. Desde las nueve y media de la noche llenan las calles de Archena las tallas, flores, luces y penitentes que conforman la Procesión del Santo Entierro. Va precedida como es habitual por la Cruz de los Espejos, a la que siguen el Cristo de la Sangre, María Magdalena, el Cristo del Perdón, el Descendimiento, La Piedad, la Cruz de la Escalera, el Santo Sepulcro, los Armaos, San Juan Evangelista y La Dolorosa.

Tras la apoteosis procesional del Viernes Santo, el Sábado solo se organiza una Vigilia Pascual.

El Domingo de Resurrección, es, lógicamente, el día más festivo y alegre. A primera hora de la mañana tiene lugar el Encuentro Glorioso entre San Juan, la Virgen, María Magdalena, la Cruz y el Resucitado, produciéndose el baile de los pasos que llevan los llamados “anderos”, y la suelta de palomas y globos entre una auténtica lluvia de caramelos.

Posteriormente la Procesión del Resucitado, en la que participan los citados tronos, pone el broche final a la Semana Santa archenera.

Cofradías y Hermandades

Cofradía de la Santísima Cruz de los Espejos

  • Fundada: finales S. XIX

  • Pasos: Santísima Cruz de los Espejos, San Pedro

  • Atuendo: blanco

Cofradía de la Verónica, Cristo de la Sangre y la Samaritana

  • Fundada: 1943

  • Pasos: La Verónica, Stmo. Cristo de la Sangre, La Samaritana

  • Atuendo: rojo

Real Cofradía del Stmo. Cristo del Perdón

  • Fundada: 1947

  • Pasos: Stmo. Cristo del Perdón, Cristo amarrado a la columna, La Oración del Huerto, Stma. Virgen de la Soledad

  • Atuendo: rojo y negro

Cofradía del Santísimo Cristo del Gran Poder

  • Fundada: 1988

  • Pasos: Santísimo Cristo del Gran Poder, Descendimiento de Jesús

  • Atuendo: negro y dorado

Cofradía del Santísimo Cristo de la Agonía y Stma. María Magdalena

  • Fundada: 1994

  • Pasos: Stmo. Cristo de la Agonía, Stma. María Magdalena

  • Atuendo: terciopelo granate

Cofradía del Santísimo Cristo del Monte Calvario

  • Fundada: 1960

  • Pasos: Cristo Crucificado (articulado), Cruz de la Escalera

  • Atuendo: amarillo y morado

Cofradía de Ánimas

  • Fundada: 1774

  • Pasos: Nuestro Padre Jesús Nazareno, Ecce Homo, Santa Cena, Santo Sepulcro

  • Atuendo: morado

Hermandad de Cristo Resucitado

  • Fundada: Finales S. XIX

  • Pasos: San Juan Evangelista

  • Atuendo: verde y rojo

Cofradía Nuestra Señora del Consuelo y Santas Mujeres de Jerusalén

  • Fundada: 1778

  • Pasos: Virgen de los Dolores

  • Atuendo: azul

Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno y Santo Sepulcro

  • Fundada: 2002

  • Pasos: Stmo. Cristo de las Ánimas

  • Atuendo: blanco roto y negro

Hermandad de San Juan Evangelista

  • Fundada: 1954

  • Pasos: Cristo Resucitado

  • Atuendo: blanco y oro

Hermandad de la Santísima Virgen de los Dolores

  • Fundada: 2013

  • Pasos: Nuestra Señora del Consuelo y Santas Mujeres, Santa María de Cleofás y Santa María Salomé 

  • Atuendo: negro y rosa

Historia de la Semana Santa de Archena

Contexto histórico

Archena, íbera, romana, mora y cristiana, pueblo blanco de cal y azahar, pueblo con profundas y enraizadas tradiciones cristianas. Parece que sus calles, rincones y plazuelas están concebidas para tener entre sus paredes un palio, parece que cuando el embrujo de la noche tiende su velo sobre nuestro pueblo, con ese olor a azahar, ese olor a incienso y ese crujir de las maderas de nuestros pasos, nos transportamos a aquellos santos lugares donde se vivió la Pasión,Muerte y Resurrección del Señor.

Desconocemos, por el momento, los sucesos acontecidos desde que los romanos abandonaron Archena o, al menos Los Baños. No sabemos si los visigodos ocuparon el espacio preparado por los romanos, si hubo lucha y/o destrucción; si aprovecharon el Balneario y la huerta de alrededor. El más grave de los silencios se cierne sobre la historia de los siglos de ocupación visigodo bizantino. Igual ocurre con la dominación árabe, no tenemos hasta hoy, ninguna referencia escrita que nos permita conocer cuál fue el destino de estas tierras hasta bien entrado el siglo XIII.

Podemos imaginar que a través de las calzadas romanas que comunicaban Archena con Cartagena y el centro de la península, pudieron llegar los árabes tras el pacto, en el año 713, de Abde-ladiz con Teodomiro. Quizás los árabes, amantes de la huerta, pudieron utilizar el sistema de regadío -si pervivía- creado por los romanos para mantener una privilegiada huerta a orillas del Segura. Aunque, lo único cierto que tenemos, es la existencia de un castillo fortaleza, actualmente en ruinas, que formaba parte de un sistema defensivo para proteger él emplazamiento del Balneario, construido sobre cimientos romanos en diversos lugares de su urbanización, además de encerrar en el recinto amurallado un poblado argárico.

El territorio murciano se encontraba rodeado por granadinos, castellanos y aragoneses, y dividido a su vez en arráeces, cada uno de los cuales hacía su propia guerra. Esta situación llevó a Ibn Hud, en febrero de 1243, a ofrecer al Infante Alfonso (por delegación de don Fernando, su padre) la soberanía del reino de Murcia y entregar para Castilla «la ciudad de Murcia e todos los castillos que son desde Alicante fasta Lorca e fasta Chinchilla». Aceptó el Infante la propuesta, postergando el encuentro definitivo para el mes de abril en Alcaraz.

El primero de mayo de 1243 efectuaba el infante don Alfonso su entrada en la ciudad de Murcia, “et los moros entregaron el alcacar al Infante don Alfonso”. Continúa la crónica general: “et apoderarse en todo el señorío, et que lavase las rentas del sennorío todas, salvo cosas ciertas con avíen de rrecodir a Abenhodiel et a los otros sennores de Crevillent et d’Alicante, et d’Elche, et de Orihuela, et d’Aledo, et de Ricot, et de Ciega, et de todos los otros lugares del reino de Murcia, que eran sennoreados sobre si. Et desta guisa apode-raron los moros al Infante don Alfonso, en boz del rey don Fernando, su padre, en todo el reyno de Murcia, ssalvo Lorca, et Cartagena et Muía, que se non quisieron dar ni entrar en la pleytesia que los otros….”

Aparece aquí el nombre de Archena citado por primera vez en la Historia, en lo que a textos escritos se refiere, en un privilegio alfonsí otorgado en Murcia el 5 de julio de 1243, en el que se citan las tenencias de los castillos del reino concedidos a los caballeros de su hueste: «da en tenencia lo de Archena y otros tres castillos, a, D. Rodrigo López de Mendoza».

Para llevar a cabo la reconquista, los reyes contaron con la eficaz colaboración de las Ordenes Militares. La ayuda prestada por estos estamentos se vio recompensada con una serie de donaciones en las tierras conquistadas.

La Orden de San Juan de Jerusalén es la última en aparecer en el territorio murciano, en cuanto a establecimiento militar se refiere, ya que en el orden religioso se adelantó a las otras Ordenes, cuando su Prior Fernán Ruiz logró la concesión de la Iglesia de San Juan, extramuros de la capital, en 1248.

Parece que la Orden de San Juan no participó en la ocupación del reino en 1243, ni en la reconquista de Jaime I de Aragón en 1266. Aunque, no sería hasta final de siglo en que la Orden decidiera reanudar su actividad en este reino, motivada por la concesión de Calasparra por Sancho IV, el 9 de junio de 1289:

Por facer bien e merced a la Orden del Hospital de San Juan de Jerusalen. E a don Fernant Pérez, grande comendador de lo que a esta Orden sobredicha en España y a los freyles delta también, a los que agora son como los que serán de aquí adelante, dárnosles en limosna por Dios e de nuestras animas e de nuestros parientes en remisión de nuestros pecados el nuestro castillo que dicen Calasparra, que es en el reyno de Murcia …

Sin embargo, la concesión de Archena a la Orden de San Juan por el infante don Alfonso se produjo bastantes años antes de esta fecha, concretamente el 15 de junio de 1244 en Lorca. En el texto de la concesión encontramos una referencia explícita a la existencia de un castillo y de una villa, algo que hasta entonces no teníamos constancia. La propiedad es entregada en Consuegra al comendador de la Orden frey Guillen de Mondragon, en los siguientes términos:

” ….otorgo a el e a la Horden del Hospital de Ultramar, donde el es freiré, el castillo de Archena con su villa por heredat, con montes e con fuentes e con pastos, con entradas e con salidas, con todos sus términos e con todas sus pertenencias, así como las avie Archena en tiempo de moros. E dogela desta guisa, que lo aya libre e quito por siempre jamas para vender e cambiar e empeñar, e para fazer dello como de lo suyo”.

Así se formó la Encomienda de Calasparra con la subencomienda de Archena que permanecería hasta la desamortización del siglo XIX. Aprovechando los años de paz que la ausencia de incursiones moras producía en el reino de Murcia, la Orden de San Juan, manifestando una vez más su afán pacifista y colonizador, se anticipó en la encomienda de Calasparra, a la tendencia repobladora y de asentamiento que se produce en el reino durante el siglo XV, otorgando a Calasparra en 1412-1414, ordenanza y repartimiento.

Archena, como aljama de moros, soportó un régimen jurídico-administrativo distinto y mucho más gravoso que el de la encomienda de Calasparra. La ordenanza otorgada el 11 de septiembre de 1462 por el comendador de Calasparra frey Luis de Paz, conforme a los usos tradicionales, constituye más que un privilegio un arancel de derechos de la Orden sobre sus pobladores.

La firma de la paz en Granada por los Reyes Católicos en 1492, implica la conquista y sometimiento del último bastión musulmán en España. De esta forma se abren las esperanzas de lograr la tranquilidad tras finalizar las contiendas militares fronterizas. Esto supone un considerable cambio en la forma de vida de los lugares del reino que, como Archena, han sufrido de una u otra manera los avalares de la guerra. Con esta perspectiva se recibe el siglo XVI, que tendrá para este pueblo una especial significación.

La seguridad que se disfruta se nota especialmente en los campos, antes siempre expuestos a las razias musulmanas. Aumenta la población considerablemente en este siglo, se roturan nuevas e importantes extensiones agrícolas yermas. El lugar de Archena se convierte en villa y en torno a su mezquita se va formando un creciente núcleo urbano a lo largo del siglo.

A comienzos de este siglo se produce un hecho histórico que va a hacer cambiar la vida de los mudejares murcianos. Tras la conquista del reino granadino, los Reyes Católicos, influenciados por el Cardenal Cisneros, procuraron la unidad religiosa como eficaz complemento a su política de unidad territorial. A consecuencia de las exigencias de Cisneros con los moros granadinos, éstos se rebelaron en algunos lugares. Una vez derrotados, se les obligó a convertirse al cristianismo o marcharse.

Autor: Manuel Enrique Medina Tornero.

La conversión de los mudéjares

Se dio orden en 1501 de expulsar de España a los que no se convirtiesen, y aunque en principio la decisión sólo afectaba a los de Granada, las aljamas mudéjares de las Ordenes Militares, señoríos y abadengos del reino de Murcia, decidieron enviar a Harnat-Ornar, vecino de Pliego y a Mohamed Alufé, vecino de Molina ante los Reyes Católicos para conocer las condiciones y asegurar al Rey su sumisión, adelantándose así a la orden real con carácter general, fechada el 11 de febrero de 1502.

Los mudejares murcianos elevaron a los Reyes un memorial con una serie de peticiones, conocidas por la contestación que los Reyes hicieron por medio de una carta fechada en Granada el 21 de septiembre de 1501.

Aceptaban los Reyes Católicos la conversión de los mudejares -conocidos a partir de ahora por moriscos-, y les dispensaban de pagar pechos exclusivos de mudejares los conocidos impuestos: servicio, medio servicio y cabeza de pecho de lo morisco. También que pudieran seguir utilizando durante algún tiempo las vestimentas moras, para reponerlas por cristianas paulatinamente. Podían usar sus casas típicas. Pero no dieron los Reyes respuesta a un aspecto en el que la Iglesia debía intervenir (los matrimonios celebrados entre parientes). Se les perdonaban las deudas contraídas; que los cristianos viejos los tratasen bien, que se les enseñase la doctrina y la Inquisición no se metiera con ellos hasta no estar totalmente adoctrinados.

Después del bautizo en 1501 los moriscos han adquirido los derechos y deberes de los cristianos. El pueblo deja de regirse por la aljama: grupo de viejos que representaban a la comunidad mudejar, con un poder ejecutivo y decisorio más bien escaso, y limitado a procurar armonía entre sus miembros. A partir de ahora se puede constituir el concejo formado por dos alcaldes ordinarios y dos regidores.

Autor: Manuel Enrique Medina Tornero.

La construcción de la Iglesia

La vida religiosa del pueblo también se encontraba condicionada por la influencia de la Orden. Sabemos que a comienzos del siglo XVI la conversión de los mudéjares de Archena implicó, si no la destrucción, sí al menos la habilitación de la mezquita árabe en iglesia parroquial. En 1505 mediante una bula, la Santa Sede autorizó que las antiguas mezquitas pudieran convertirse o transformarse en iglesias.

Archena, convertida en parroquia, con pila bautismal, dependía de la vicaría de Calasparra. Al frente de la iglesia había un prior bajo la dependencia orgánica del comendador de la Encomienda.

La iglesia se edificó a finales del siglo XV y comienzos del siguiente siglo. De este dato no tenemos constancia documental, aunque en el archivo parroquial existe una referencia escrita a un libro de bautismos fechado en 1492, hoy desaparecido, lo que nos induce a pensar de la existencia de la iglesia en torno a esa fechas de finales de siglo.

En 1547 disponemos de una primera descripción de la iglesia por una de las visitas de apeos realizada por la Orden, en la que se menciona la posesión de: “una yglesia de la advocación del señor san Juan”. Pero hasta 1567 no se dispondrá de un inventario de los bienes y enseres existentes en la iglesia, en dicho inventario se describen las pocas imágenes que entonces podían venerarse:

“un retablo al oleo con onze quadros con las guarniciones doradas; un san Juan bautista de madera con una cruz de madera dorada con un cordero de plata dorado, yten mas un niño Jesús con una ropita de damasco blanco guarnecida de una trencilla de oro, yten un sagrario de madera con tres figuras de san Juan san Pedro y san Pablo con guamimiento dorado es de tres plepas; yten una ymagen de pinzel de la señora en un pequeño retablo que teciera con sus puertas de madera….”.

De la iglesia sabemos que se trataba de una pequeña nave rectangular acabada en un cono, con los techos muy bajos y sustentados por colañas que debían romperse con frecuencia -como se hace constar en las visitas de la Orden- dejando el tejado al descubierto. En 1547 la iglesia disponía de siete bancos para asiento de los feligreses y tres escaños para ser ocupados por el comendador o el alcalde mayor cuando acudían a las ceremonias, e incluso para sus criados. El único lujo era una pequeña campana colgada del exterior del edificio.

Las condiciones arquitectónicas de la iglesia no eran buenas ya que permanentemente se tenían que estar realizando obras de mantenimiento, algunas de las más importantes tuvieron lugar, todavía en la iglesia vieja en 1620. La obra de mayor envergadura y que supuso la ampliación de la iglesia, uniendo la vieja con una nueva que se realizó por extensión de la primera, tuvo lugar entre los años 1752 a 1789. Es, en parte, la iglesia que hoy conocemos ya que entrado el siglo XIX concretamente en el año 1819 se procedió a realiza más obras que se suspendieron por falta de financia ción y que se fueron ejecutando hasta 1885 en que se dieron por terminadas. Bueno, es un decir, ya que como bien sabéis, la iglesia quedó inconclusa, a falta de una torre que puede que algún día se edifique.

Gracias a las visitas de inspección que la Orden de San Juan celebraba para controlar sus posesiones entre las que se encontraba la iglesia, hemos podido reconstruir un inventario de las imágenes que se iban adquiriendo para el culto. Al mismo tiempo nos ha permitido comprobar la existencia de Cofradías y su implantación social.

Ya hemos visto el pobre inventario de 1547 y no será hasta casi un siglo después, en 1644, cuando descubramos que se ha adquirido para el culto un Cristo Crucificado con una cruz de madera y dos imágenes una de la Virgen del Rosario y otra de la Virgen de la Encamación.

No dispondremos de más información, referida a inventarios, aunque si a las Cofradías y al culto, hasta el nuevo inventario de 1789 que recoge todas la cuentas desde el año 1752 hasta el citado de 1789. En dicho inventario comprobamos que a la vez que la nueva iglesia iba adquiriendo una apariencia más apropiada a las necesidades de los feligreses, éstos realizaban un esfuerzo más, en este caso, ocupándose de mejorar la calidad de las imágenes del templo. A la Virgen del Rosario le restauraron la cabeza y las manos. Se edificaron nuevos altares para la virgen del Rosario, la Encarnación, Jesucristo Crucificado, San Roque y Jesús Nazareno; se restauraron y embellecieron el retablo del altar mayor, en donde se ubicaba el patrón San Juan Bautista.

Se compró una imagen de San Antonio de Pádua en una talla de cuerpo entero, que costó 600 reales; se adquirieron cuadros que representaban el Santísimo Aparecimiento, San Miguel (éste para la sacristía) y Nuestra Señora con el niño en brazos. Se adquirieron las imágenes de la Virgen de los Dolores, ésta a instancia del pueblo y con financiación del Concejo y cuya descripción nos refleja que se trataba de una figura de medio cuerpo, de estatura regular, con una túnica encarnada y un manto azul de melania y atribuida a Salzillo -por la época—o al menos a su taller y la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno de medio cuerpo, con la cabeza, las manos y el pie de cartón, vestido con una túnica de terciopelo carmesí morado con franja de plata alrededor, dotado de una corona de espinas, cabellera y con las mangas, mangotes, pecheras y cordón al cuello y otro a la cintura de seda morada con nudos y bolas de plata. También es ciertamente probable que esta imagen perteneciese a la escuela salzillesca por las fechas de su adquisición, aunque no hemos encontrado datos en lo inventariado hasta ahora del imaginero, ni de su discípulo Roque López.

Todas las imágenes se adornaron y aderezaron con nuevas ropas y alhajas, adquiridas con el apoyo de las cofradías que pujaban por ver cual de ellas adornaba mejor a su imagen.

Nada de lo aquí relatado hasta ahora existe hoy, desapareció durante la Guerra Civil, tanto el retablo del altar mayor como todas las imágenes barrocas a que nos hemos referido.

Autor: Manuel Enrique Medina Tornero.

Las Cofradías

La Cofradía más antigua de la que tenemos noticia es la de las Ánimas. Ya en los primeros libros de cuentas de la parroquia -muy mutilados- encontramos referencia de la misma, por un traslado de documento a partir de 1516. La Cofradía de la Encarnación, al menos existe desde 1619, aunque es posible que se hubiese creado antes, así como la Cofradía del Santísimo Rosario y la de Jesús Sacramentado que ya en 1620 se encargaba de visitar a los enfermos y preparar el Santísimo Monumento y a éstas se le uniría la de la Virgen de los Dolores a mediados del siglo XVIII.

Autor: Manuel Enrique Medina Tornero.

Los actos extralitúrgicos

A lo largo de los siglos bajomedievales durante la Semana Santa se celebraron únicamente los actos litúrgicos: La Misa, los Oficios Divinos, los Maitines o Tinieblas, la adoración de la Eucaristía reservada en los Monumentos de las diferentes iglesias y, la veneración y ofrenda a la Cruz. Sin embargo, podemos contemplar la aparición de ciertos actos extralitúrgicos o paralitúrgicos que también tienen lugar durante estos días de la Pasión, algunos han desaparecido o se han reconvertido, pero otros mantienen todo su sentido y sabor doctrinal y didáctico. En Archena encontramos algunos:

La representación entera de la Pasión que se efectuaba en determinados lugares públicos, no muy lejanos de la iglesia. En Archena conocemos algunos ya desaparecidos como el ya indicado del Domingo de Ramos en el que se representaba al pueblo de Jerusalén. También sabemos de la escenificación del “prendimiento” que tenía lugar en dos lugares: en primer lugar se reconstruía un “huerto de Getsemaní en las afueras del pueblo en el que los actores iniciaban la representación y desde allí, una vez prendido Jesucristo era conducido a la Plaza Mayor, en la que se habían instalado tres escenarios para Herodes, Caifás y Pilatos. Los actores eran personas cultas del pueblo y tenía lugar el Miércoles Santo a las dos de la tarde. La prensa de la época se hacía eco de esta representación. En otras ocasiones la representación consistía en una adaptación de la Pasión según el evangelio de San Mateo y los personajes podían llegar a ser más de cuarenta. Participaban los “armaos” provistos de sus vistosos trajes para dar más realismo a las escenas.

Entre los actores hemos encontrado a algunos maestros, farmacéuticos y al escultor Enrique Salas.

El sermón del Mandato tenía lugar en la tarde de Jueves Santo en una ceremonia que se celebraba a continuación de la misa, en la que se procedía a lavar los pies a doce personas pobres. En ocasiones era tanta la gente que acudía a esta ceremonia que era preciso montar un escenario en la Plaza del príncipe (conocida como plaza de Los Molina) para que pudiese acoger a todos los feligreses. Adviértase que entonces esta plaza no estaba comunicada con la calle Mayor, por lo que era un recinto de gran valor para celebraciones y fiestas.

El sermón de la Pasión (del encuentro doloroso de la amargura) tenía lugar Viernes Santo por la mañana y ha tenido una gran tradición en nuestra Semana Santa, siendo un privilegio del párroco o sacerdote invitado poder realizarlo. Desde que se construyó la “casa grande” siempre se ha efectuado en su balcón principal, relatando el encuentro doloroso con las imágenes conducidas por diferentes calles hasta coincidir en la plaza mayor.

Uno de los actos más interesante es el sermón durante el desarrollo de la acción de desclavar y descender el cuerpo de Jesús de la Cruz (un crucificado articulado) y su colocación en el sepulcro, acto de una larguísima tradición en Archena y cuyos ayudantes en la ceremonia han pasado la tradición de padres a hijos. En el siglo pasado era normal que se formase una guardia de honor con los “armaos”, la misma que en turno había estado custodiando al Santísimo en el Monumento.

Autor: Manuel Enrique Medina Tornero.

Publicado en: “Pregón de Semana Santa Archena 2007”

El Siglo XVI, aparición y expansión de las Cofradías de Semana Santa

Ya desde el inicio del siglo XV conocemos de la existencia de la Semana Santa en Archena por dos eventos documentados en los archivos: la celebración de la cuaresma, en la que siempre se contrataba los servicios de un predicador para alimentar la fe religiosa de los feligreses y la celebración de la procesión de Domingo de Ramos, que se realizaba por las pocas calles del pueblo, con palmas que pagaba el concejo municipal.

Por otra parte, el Concilio de Trento, que se celebró entre 1545 y 1563, recomendó la estación pública, exponiendo la necesidad y ventajas que se derivaban del culto a las imágenes, verdadera efigie de Jesús y de su madre, proponiendo que estas imágenes debían salir a la calle para que los que por su voluntad no entraban en la iglesia, al encontrarse con ellas en la calle pensaran en el momento de la Pasión de Cristo que las imágenes representan. Su legislación de desarrollo intentó controlar la representación de la Pasión a través de una reglamentación que la jerarquía debía sancionar. Se intentó asegurar este control mediante disposiciones relativas al decoro de imágenes y cortejo, sirviéndose para ello de penas que incluían la excomunión.

En algún momento de este siglo se incorporó a la Semana Santa la procesión de Jueves Santo en el que los penitentes recorrían las estaciones del Via crucis (los pasos del Calvario, nombre que se ha mantenido en el callejero archenero desde hace 500 años) flagelándose y portando pesadas cruces, algunos hacían el recorrido de rodillas por las calles empedradas y de tierra; con tal devoción e ímpetu se inflingían los castigos que previamente el Concejo contrataba con el abastecedor de vino y aguardiente que rociase con vino las calles por donde discurría la procesión. Una vez acabada la procesión, en el atrio de la iglesia se efectuaba el “labatorio” acto en el que se curaban las heridas de los penitentes con vino y después se les invitaba a un refrigerio compuesto por rollos de vino, aguardiente y vino (para el año 1655, por ejemplo, el refrigerio, siempre contratado con alguna vecina, se indicaba con la precisión de que los rollos debían ser hechos con una libra de azúcar, dos arrobas de vino, media azumbre de aguardiente y tres docenas de huevos).

La tradición de la procesión de Jueves Santo creemos que se intensificó en sus manifestaciones penitenciales —incluso más allá de la Semana Santa- cuando a inicios del siglo XVII, concretamente en septiembre de 1609 se tomó la decisión de expulsar a los moriscos de España, siendo los del Valle de Ricote los últimos en salir del país. Estos cristianos convertidos realizaron innumerables manifestaciones de fervor religioso, desfilando en actos de penitentes, como forma de demostrar su fe cristiana y así lo reflejaba la crónica de Fray Juan de Pereda que fue enviado al Valle para conocer el problema de primera mano y lo describió impresionado “realizaban muchas procesiones de penitentes en la cuales, jóvenes con blanca túnica, desnudos los pies, sueltos los cabellos y con el rostro velado transportaban pesadas cruces y mantenían largas vigilias en las iglesias”….

Aunque no disponemos de testimonios gráficos de las procesiones penitenciales, si sabemos que se contemplaban dos categorías de personas que desfilaban, llamados comúnmente hermanos de sangre y hermanos de luz (o alumbrantes). Los hermanos de sangre eran los disciplinantes que durante la procesión se flagelaban con manojos de cuerdas terminados en rodezuelas. Los segundos, portaban hachas de cera y al término de la procesión curaban las heridas de sus hermanos en el citado lavatorio. Las mujeres participaban en la procesión, no como disciplinantes, pues hubiera resultado impropio que una mujer mostrara su espalda desnuda, sino llevando velas encendidas delante o detrás de las imágenes, en el caso de nuestro pueblo, durante los siglos XVI y XVII únicamente detrás del Crucificado, que primero desfiló con una cruz desnuda o envuelta en un sudario y después, a partir de 1644, al menos, con un Cristo Crucificado. Y lo sabemos porque en la iglesia solo se conservaban las andas (parihuelas) de dos imágenes, la de San Juan Bautista, patrón del pueblo y titular de la parroquia y las del Crucificado. Los disciplinantes y los hermanos de luz vestían una túnica de lienzo basto ceñida con cuerdas y algún tipo de capirote.

La procesión se realizaba Jueves Santo por la tarde desde la iglesia hasta el Calvario. Abría la procesión una cruz de guía, que era de plata con mango de madera, portada por el “sacristán” o alguien a quien se contrataba para ayudarle en estos menesteres durante estos días, después desfilaban los penitentes y los hermanos de luz, a continuación “el paso del Crucificado” seguido de las mujeres y cerrando el cortejo la autoridad eclesiástica. Es difícil pensar que hubiera música en nuestro pueblo acompañando la imagen por la poca población de Archena (al final de este siglo, en 1697, se contabilizaban únicamente 33 vecinos o sea unos 132 habitantes) y la pobreza de la villa. El concejo únicamente participaba sufragando al predicador de cuaresma, las palmas de Domingo de Ramos y lo necesario para el lavatorio.

En el siguiente siglo, hasta 1744, no se producirán cambios en la Semana Santa, motivado por el nacimiento de una nueva Cofradía para procesionar (posiblemente creada con anterioridad) y tiene sentido ya que Archena comienza en este siglo un despegue económico y demográfico que, sin duda, tiene su refrendo en las arcas de la iglesia y prueba de ello son las obras de edificación de la misma que ya hemos mencionado. También es relevante y de repercusión en la organización del cortejo la supresión de los disciplinantes por Carlos III en 1777. Ala mentalidad ilustrada del monarca le repugnaba el sangriento espectáculo de los flagelantes, que a sus ojos aparecía más como un atavismo medieval, que como muestra de penitencia pública. La supresión de esta figura tuvo como resultado, desde mi punto de vista, el nacimiento de los “nazarenos” tal y como lo entendemos hoy día, pudiéndose afirmar que ya desde finales del XVIII se comienzan a gestar las actuales formas de procesionar y el funcionamiento de las cofradías.

Como también hemos señalado y es conocido, en un ambiente de fervor mariano que recorría España en los años finales de este siglo, el pueblo solicitó que se adquiriera y colocase en la iglesia una imagen de la Virgen de los Dolores, petición de la que se hizo eco el concejo:

«Reunidos en Cabildo, para tratar y conferir las cosas tocantes y pertenecientes al servicio de Dios Nuestro Señor, bien, utilidad, celo cristiano y esplendor de esta villa, Dijeron que muchos años hace tienen los vecinos de esta villa vivos deseos de que se haga una imagen de María Santíssima con la vocación de los Dolores, por no tenerla la Iglesia Parroquial, ni fondos su fábrica… y con el fin de que la devoción vaya en aumento. Acordaron se haga a costa y espensa de los Propios y Rentas de esta villa, librándose por ahora 200 reales… »

Por lo tanto hacia finales del siglo XVIII el cortejo procesional ya contaba con tres “pasos” y su organización se realizaba como en todos los lugares de referencia de los pueblos cercanos: tras la Cruz de guía parroquial procesionaba el Nazareno, detrás el Cristo Crucificado y cerraba el cortejo la Dolorosa y una vez más nos referimos a la existencia de las andas de estas imágenes que se guardaban en el trascoro de la iglesia como testimonio de que eran las únicas que se sacaban en procesión junto al patrón san Juan Bautista.

Creemos que fue hacia final de este siglo cuando se iniciaron los desfiles de Viernes Santo, primero por la mañana y años más tarde se instauró la procesión del Santo Entierro de Viernes Santo por la noche.

Autor: Manuel Enrique Medina Tornero.

Siglo XIX

A lo largo del siglo XIX una serie de circunstancias políticas inciden directamente en la celebración de la Semana Santa, llegando a suspenderse los desfiles en varias ocasiones: unas veces debido a la presencia francesa y a acontecimientos derivados de la guerra de la independencia (1808-1814); otras, motivadas por las inconveniencias que en la Orden de San Juan estaban produciendo los procesos desamortizadores; los acontecimientos del Sexenio Revolucionario y la promulgación de la.primera República…., en cualquier caso lo que hemos podido comprobar es la buena disposición del Concejo en todo este siglo a colaborar y disponer de los fondos previstos para la organización de los actos de la Semana Santa que le competían.

Hacia la segunda mitad del siglo XIX se advierten nuevas tendencias en la configuración externa de las Cofradías pasionales. Estamos ya en la época del Romanticismo, que con su exaltación de lo popular y genuino resaltan el valor ornamental y de boato de las imágenes. Al mismo tiempo, en Archena y, debido a la importante presencia comercial del Balneario, la Semana Santa comienza a concebirse desde un punto de vista utilitario y comercial: los desfiles procesionales y otras representaciones atraían a los bañistas y así se hacía constar en la publicidad durante estos días festivos.

A finales de este siglo en los salones del Casino del Balneario y en sus jardines se realizaban galas benéficas para obtener fondos que eran utilizados tanto para la atención de obras de caridad como para cubrir determinados gastos de las Cofradías de Semana Santa. En especial se destacaban las galas preparadas por las esposas de algunos políticos del momento y eran muy concurridas las promovidas por las “Hijas de María”.

A lo largo del primer tercio del siglo XX todavía encontramos este tipo de veladas que consistían casi siempre en la actuación de algunos cantantes de moda, en especial líricos, así como en la representación de obras de teatro. En ocasiones los actores eran aficionados archeneros que preparaban alguna obra para su representación en el salón Carrillo, después Cine Iniesta – hoy centro cultural- y en el desaparecido cine-teatro Viciana de la calle Francisco Caravaca de las que tenemos suficientes testimonios.

En este siglo se producen los grandes cambios en nuestra Semana Santa. Se consolida el número de procesiones (Domingo de Ramos, Jueves Santo, Viernes Santo por la mañana y por la noche) y se le añade la de Domingo de Resurrección que hasta ese momento únicamente consistía en una celebración religiosa. En esta procesión se utiliza la pólvora -empleada por los ciudadanos en sus celebraciones y muchas veces prohibida- y se disparan castillos…al final de la procesión, en el encuentro glorioso. La madrugada -después de la misa de gloria— se convertía en Archena en un problema de orden público ya que la tradición consistía en arrojar por las ventanas todo tipo de objetos y agua contra los viandantes…y las autoridades tenían que estar promulgando bandos, atemperando los efectos de esta vieja tradición.

A finales de esta centuria se produce un cambio en la organización de las Cofradías. Aparece la conocida hoy como Cruz de los Espejos, bajo el nombre de Cruz de la Redención. Se trataba de una gran Cruz de madera que era utilizada como Cruz de Guía y abría todas las procesiones acompañada de nazarenos con túnica blanca de cola, siendo los únicos que desfilaban con este tipo de túnica.

También, en el último tercio de este siglo XIX se debió crear la Cofradía de San Juan Evangelista puesto que hemos encontrado testimonios de que procesionaba la imagen de San Juan acompañada de nazarenos con túnicas verdes. Las únicas Cofradías que no disponían de nazarenos era la del Santísimo Crucificado que iba acompañada de penitentes y la Dolorosa, acompañada por “las Hijas de María”, con traje negro y algunas con toquillas blancas.

Uno de los elementos esenciales en este siglo en la nueva organización de las procesiones era la presencia de la música. Archena tenía que recurrir a contratar los servicios de pequeñas bandas de otros pueblos, hasta que un grupo entusiasta creó la primera banda que actúo por primera vez en 1860, redactándose en 1880 un reglamento de la misma que fue aprobado por la corporación municipal, pasando a denominarse Banda de música municipal. Con altibajos, con algunas polémicas ausencias, con periodos difíciles que casi provocaron su disolución, pero la presencia de la Banda municipal siempre era y sigue siendo uno de los alicientes de las procesiones.

En el último cuarto de siglo aparece la centuria romana, conocida desde entonces como “los armaos”. Sabemos que antes de su constitución se contrataba los servicios de alguna centuria del Valle de Ricote. Al principio los “armaos” solo eran un tercio de soldados, más parecidos a los tercios de Flandes que a los romanos de la época de Jesucristo, con grandes penachos de plumas y otro tipo de ropas. A finales de siglo comenzaron a organizar un grupo de tambores y cornetas. Era la gran atracción de la Semana Santa, siendo muy apreciada su forma marcial de desfilar y, de manera particular, se les admiraba en la realización de “los puntos” en la procesión de Viernes Santo por la mañana en las estaciones del Vía crucis. También hemos de destacar la forma en la que custodiaban el Monumento, por parejas y turnándose durante todo el tiempo de exposición del Santísimo. Tenían los “armaos” la costumbre, una vez acabada la procesión de Viernes Santo, de acudir en formación al cementerio para honrar a los “armaos” fallecidos. También era muy celebrado el desfile inicial que efectuaban en perfecta formación desde el puente hasta la iglesia, antes del comienzo de las procesiones, siendo la señal del inicio de las mismas recreándose con magníficos redobles.

Autor: Manuel Enrique Medina Tornero.

Siglo XX

La Semana Santa apenas sufre transformaciones sobre el último tercio del siglo anterior. Es decir, que se mantienen las mismas cofradías y los mismos pasos: la Cruz, Cristo Crucificado (que dejaría de desfilar y únicamente se utilizaría para el desenclavamiento y por lo tanto para la procesión del entierro de Viernes Santo por la noche), dentro del Santo Sepulcro, el Nazareno, San Juan detrás del cual iban los “armaos” en la procesión de Jueves Santo y después desfilaban detrás del Nazareno, en Viernes Santo por la mañana y la Dolorosa que cerraba el cortejo acompañada por la Banda de música.

Se pueden destacar en esta primera etapa algunas actuaciones que definen una nueva Semana Santa, introduciendo algunos cambios. Domingo de Ramos, antes de la procesión de las Palamas se celebra una representación teatral. En la carretera que conduce al puente se recreaba un jardín de Jerusalén con palmas y olivos y allí “el señor y sus doce apóstoles” eran recibidos por los fieles que se congregaban a las ocho de la mañana y aclamándoles acompañaban la comitiva con palmas y olivos, con cantos (se preparaba un coro de niños y niñas de las escuelas que cantaba aleluyas y un “hosanna al Dios de Israel “) amenizado por la Banda de música y así se dirigían por varias calles hasta la iglesia donde tenía lugar la misa y la bendición de las palmas.

En la procesión de Jueves Santo (hoy desaparecida y cambiada por la de Miércoles Santo) descubrimos la presencia de cuatro “armaos” a caballo que iban abriendo el cortejo procesional y, en 1902, aparece el nombre de Hermandad de la Cruz.

Descubrimos también que el cortejo lo cerraba un grupo de fuerza armada de caballería procedente de la Residencia militar. En 1907 la procesión de la Amargura de Viernes Santo por la noche de todas las imágenes desfilaron acompañadas con coros.

En años posteriores, a partir de 1915 los militares de la Residencia militar se incorporaron al cortejo acompañando el Santo Sepulcro en la procesión de Viernes Santo por la noche.

En 1928 y con motivo de la Semana Santa se estrena el encendido eléctrico de las calles por donde deben discurrir las procesiones.

Algunas de las quejas más sobresalientes y permanentes durante estos años, que también las encontramos en los anteriores, era el estado de las calles, por lo que siempre se reclamaba al ayuntamiento que las regase para reducir el polvo, las limpiaran y se enluciesen las fachadas de las casas de la carrera procesional.

La guerra civil

En el año 1936 todos los partidos políticos estuvieron de acuerdo en que saliesen las procesiones y las mismas se realizaron como de costumbre, incluso aumentaron el número de nazarenos en las filas de las cofradías. Debido a la Guerra se suspendieron las procesiones y ya no se celebrarían hasta 1940. Como es bien sabido todas las imágenes que procesionaban y que se encontraban en la iglesia fueron destruidas, únicamente se salvó la Cruz, pero quedó en muy malas condiciones y tuvo que repararse.

La reacción de la post-guerra, 1940-1970

Como esta historia más reciente muchos de vosotros ya la conocéis me vais a permitir que solo me detenga en dar unas breves pinceladas referidas a las Cofradías de esta época.

Desapareció el Cristo Crucificado que había en la iglesia y se encargó uno similar a Enrique Salas que es el que se conserva en la iglesia y se utiliza para el desenclavamiento y desfila como imagen de la Cofradía del Cristo del Monte Calvario, constituida en 1960…

La Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno tras la Guerra encargó una imagen del Nazareno a Enrique Salas que debió ser muy “poco apropiada” a tenor de las críticas recogidas. La imagen, no obstante, desfiló en la Semana Santa de 1940. En 1944 se estrenó la actual imagen del Nazareno realizada por Juan Carrillo y bendecida el Domingo de Ramos, presidiendo la procesión de ese día desde el desaparecido convento de las monjas de la Consolación donde fue recibida, hasta la iglesia.

En 1949 el Ayuntamiento, siendo Alcalde D. José Sánchez Banegas, donó el trono del Sepulcro, que ha sido conocido siempre por “La Cama”, obra de Carrión. Se trataba de un artístico féretro cerrado con una urna de cristal -que posteriormente se ha eliminado—y dotado de cuatro ángeles en las esquinas y otro ángel de mayor tamaño que remata el sepulcro.

La imagen de la Dolorosa, inestimable pérdida del barroco murciano fue sustituida por una imagen “provisional” de otra Dolorosa, donada en septiembre de 1939 por el teniente coronel Salvador Montoro y que ya saldría en la procesión de 1940. No obstante, en 1942 se adquiriría una imagen al escultor González Moreno,- quizá el que mejor ha sabido copiar el estilo salzillesco de las dolorosas—que procesionaria en ese año. Pero no sería hasta el año 1965 cuando se creara la Hermandad y desfilaran con túnicas de color azul celeste.

La Cofradía de la Cruz de los espejos aunque no perdió del todo la “imagen” si se vio dañada ya que lograron esconderla, según distintas fuentes en el pajar de Francisco “El parras” en la calle mayor, utilizándola como colaña. José “de Matías”y Enrique Salas la arreglaron y así desfiló a partir de 1940, posteriormente se le han efectuado las adaptaciones que se han estimado pertinentes. Esta Cofradía era la única que desfilaba llevando una bocina, que durante mucho tiempo empujó el conocido “perolé”.

La Cofradía de San Juan tras la destrucción de la imagen no dispuso de otra hasta 1943 en que los empleados de Molinos del Segura costearon el importe de la misma que fue bendecida el Domingo de Ramos de ese año en la Fábrica de la luz y desde allí conducida en procesión hasta la iglesia. Esta imagen de escayola y base de cartón fue sustituida por la actual del escultor murciano Juan Lorente en 1960. Durante estos años unos pocos “verdes” salían en la procesión detrás del estandarte de la Cofradía hasta que dispusieron de la imagen.

En 1941 don Pascual Ayala López regaló a la parroquia una imagen de la Santísima Virgen de la Piedad (de autor desconocido) que tras la bendición en la casa del benefactor, en el barrio de la Providencia, fue conducida en procesión hasta la iglesia el 15 de julio. El año siguiente ya desfiló en las procesiones aunque sin nazarenos. En 1950 se creó la Hermandad, en 1962 esta Hermandad fue asumida por la Cofradía del
Cristo del Perdón y en 1965 se estrenaron las primeras túnicas de azul y blanco.

En 1943 se crea la Cofradía de la Verónica y del Cristo de la Preciosísima Sangre, desfilando por primera vez con ” la Verónica” (regalo del Duque de Huele) de autor anónimo, siendo las túnicas de color rojo y capa blanca. En 1960 se incorporaría el titular de la cofradía el” Cristo de la Sangre” de Juan Hernández y posteriormente en 1968 ” la Samaritana” de Juan Lorente.

La Cofradía del Santísimo Cristo del Perdón nació en el año 1947. Su origen estuvo en una reunión celebrada en casa del Hermano Mayor de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús en febrero de ese año. Allí surgió la idea de hacer unas túnicas negras y formar un tercio de alumbrantes para salir en la procesión del Jueves Santo con la imagen del Crucificado de Enrique Salas que se venera en la Parroquia. Junto a esta imagen se agregó la de Nuestra Señora de los Dolores donada por Montero, pintándole un manto negro. Como con la imagen del Cristo se hace la ceremonia del desenclavamiento la tarde del Viernes Santo, no se podía tomar parte en el desfile procesional de la noche de dicho viernes. Por este motivo D. José Pérez tuvo la idea de que se pidiera al Balneario la imagen de Cristo Crucificado, que se venera en su capilla y que también es obra de Enrique Salas, quedando así ésta incorporada a la Semana Santa archenera. En el año 1950 se compran una imagen de la Virgen de los Dolores y un San Juan de 80 cm. de altura, ambas, haciendo juego con el Santo Cristo del Balneario, para completar así la escena del Calvario.

En 1958 incorporarían al “Cristo amarrado a la columna”, obra del ciezano Juan Carrillo, a la que después se le añadirían otras figuras representando a los sayones, realizados por Juan Lorente. A este paso se le uniría en 1987 el de “la oración del huerto” de José Hernández Navarro y la Virgen de la Soledad del mismo imaginero.

La religiosidad popular, 1980 en adelante

Después de un cierto desinterés por la Semana Santa, se produce un relanzamiento de la religiosidad popular, trayendo como consecuencia un importante aumento del número de cofradías en toda España y de igual modo en Archena .

En febrero de 1955, el Cabildo Sindical de la Hermandad de Labradores adquirieron el compromiso de la organización del Paso de Nuestro Señor Resucitado y la adquisición del trono para tal acto procesional, acuerdo que fue seguido con gran entusiasmo por todos los agricultores del pueblo, tradición que se sigue con gran fervor.

El día 5 de abril de 1987 se constituye la Hermandad del Cristo Resucitado, titular de la procesión del Domingo de Resurrección que siempre ha estado vinculada a la desaparecida Hermandad Sindical de Labradores y Ganaderos. Cuando no se disponía de una imagen de Resucitado las procesión se hacía con la imagen del “Corazón de Jesús”.

La Cofradía del Santísimo Cristo del Gran Poder fue fundada el 15 de mayo de 1988 y la aprobación de sus estatutos por el Obispado el 13 de febrero de 1989.

De esta cofradía forman parte las imágenes: El Cristo del Gran Poder, que es el titular de la misma, tallado por la escultora Carmen Carrillo en el año 1988, y representa la caída de Cristo camino del Calvario. La otra imagen corresponde a María Magdalena obra del escultor Francisco Liza en el año 1988. En 1995 incorporaron a los desfiles el Descendimiento de Jesús, obra de Carmen Carrillo.

La Cofradía del Cristo de la Agonía y María Magdalena fue creada en 1994 y desfiló por primera vez en 1995. El “Cristo de la Agonía” es un conjunto de tres imágenes con Cristo en el momento de la crucifixión y dos sayones, uno de ellos clavándole los pies y otro con una cuerda izando la cruz, es una imagen de ia imagenera Carmen Carrillo, también forma parte la imagen de María Magdalena.

En 1991 se incorporaría a la Cofradía de la Cruz la imagen de San Pedro, obra de José Hernández y que este año da vida al precioso cartel de Semana Santa.

La Cofradía del Cristo del Perdón incorpora en 1987 una talla de la Oración del Huerto de José Hernández Navarro, y un año más tarde, una imagen de la Soledad del mismo escultor.

A partir de 1993 procesiona la Santa Cena, obra de José Hernández Navarro que pertenece a la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno.

La última Cofradía en constituirse ha sido la de Las Ánimas, erigida canónicamente en 2002, procesiona en la madrugada de Sábado Santo con una imagen del escultor José Hernández Navarro.

Autor: Manuel Enrique Medina Tornero.

Actos desaparecidos. Lo que el tiempo se ha llevado.

Con el paso del tiempo algunas costumbres han desaparecido, a veces bruscamente y otras porque los tiempos evolucionan y se someten a procesos de cambio. Una de las más típicas es la matraca. Las matracas, junto con las carracas, tablillas, simandras y otros objetos “ruidófonos”, eran utilizados fundamentalmente durante el desaparecido oficio de las Tinieblas, en el momento que la liturgia indicaba que los fieles hicieran “un poco de ruido”. Aunque las parroquias, cofradías y otras entidades tuvieran las suyas para los oficiantes de la ceremonia, los asistentes llevaban de casa su matraca o su carraca para la ocasión.

En efecto, muchos aún recuerdan cómo las grandes matracas y carracones instalados en torres y espadañas tenían como función principal sustituir a las campanas en su lenguaje de horas y avisos durante los días del triduo sacro, concretamente desde la hora nona del Jueves Santo hasta las tres de la tarde del Sábado. A la pregunta de “-¿Por qué no se tocan las campanas en los tres días de la Semana Santa?”, se responde “-Porque las campanas son símbolos de los Prelados, Pastores y Predicadores Evangélicos, y todos cesaron y enmudecieron, huyendo en su Santísima Pasión en aquellos tres días que estuvo Cristo Señor nuestro en el Sepulcro”. De este modo, durante el tiempo de Pasión debían enmudecer las campanas y sólo “hablar los leños”, en recuerdo del árbol de la cruz donde murió Cristo, único mensajero de la fe en aquellos momentos. Nuestro poeta Vicente Medina nos lo relata en su celebre poema “pasión y muerte”

Muerto el Señor, ya no suenan
Jueves Santo las campanas
hasta el Sábado de Gloria
en que vuelven a tocarlas.
En su lugar, a los fieles
a la iglesia se les llama
tocando por las esquinas
y en la torre, la matraca.
Hay dos clases de matracas;
la que tocan por las calles..

La romería del Ope

La romería al Ope para festejar la Pascua Florida de Resurrección y colocar una cruz de madera, envuelta en un lienzo y una bandera, era festejo de una arraigada tradición, de la que hoy sólo queda como vestigio, la romería: el día de la «mona».

Los auroras y la cuadrilla de ánimas

El origen de la Hermandad de Ánimas está vinculado a las predicaciones de Franciscanos y Carmelitas que difunden la creencia en el Purgatorio favoreciendo la génesis de cofradías de las Ánimas Benditas, representada en la Virgen del Carmen. Un rasgo puntual es su gran acento en la asistencia social, especialmente en todo lo que rodea a los actos funebres, inscritos en el apogeo del culto a la muerte, tan presente en la sociedad española de los siglos XVI al XVIII. En Archena como trabajo de antigua Cofradía de las Animas (1516) estaba el socorro de los enfermos y la atención a los que morían y no tenían donde ser enterrados…. Vicente Medina a finales del siglo XIX nos cuenta que su padre pertenecía a un grupo de Auroras formando parte de una cuadrilla de Ánimas que cantaba los villancicos acompañado de la guitarra, con el tío Bartolo, «el ciego», que también tocaba la guitarra y el violín, el tío Alubias, el tío Peña y Blas Baeza. Esta cuadrilla de cantaores acompañaba a la Hermandad de las Ánimas por la huerta y el pueblo cuando hacían sus procesiones. Iban presididas por un estandarte que era un lienzo pintado al óleo con un marco y flecos de terciopelo rojo. En el lienzo había una Virgen del Carmen cuyos pies se abrasaban en vivas llamas, un anciano, un hombre joven y una hermosa mujer. La cuadrilla iba de puerta en puerta tocando motivos del Rosario de la Aurora y haciendo sonar unas campanillas sin cesar. Los vecinos daban dinero, cebada o maíz, pavos, ca-pones, lo que podían, que luego la Hermandad lo subastaba para recoger dinero para los pobres. Muy sentidos eran los cantos de pasión que todavía se pueden escuchar por los auroras murcianos Jueves Santo en la plaza de Santo Domingo:

“Jueves, en la noche fue,
cuando Cristo enamorado,
de Amor su pecho abrasado,
quiso darnos a comer
su cuerpo sacramentado…”

Entre los versos que relatan la dramática historia, aparecen las expresiones conmovidas que reflejan el estado de ánimo de cantores y oyentes:

“Ya va con la cruz a cuestas
Cristo nuestro Redentor,
para llevar, ¡ oh, dolor!
sobre sus espaldas puestas
las culpas del pecador…

En tan triste desventura
no va a encontrar más consuelo,
que hallar llena de tristura
a su Madre, ¡ luz del cielo ¡
en la calle de la Amargura..

¡ Oh, dolorosa María,
madre triste, en tu aflicción,
dame luz para que diga
la pena que padecía
tu afligido corazón…!”

Y ahora es necesario que el pregón se refiera, aunque someramente, a los artistas que han puesto su inspiración y sus manos al servicio de las escenas de la Pasión, todos murcianos y maestros consumados de la imaginería religiosa. Baste citar entre los escultores imagineros a Enrique Salas, González Moreno, Juan Carillo, Manuel Juan Carrillo, Mari Carmen Carrillo, José Hernández Navarro, Juan Lorente y Francisco Liza ….Ellos no solo tallan las imágenes de los grupos pasionarios, sino que imprimen en ellas un sello especial, caracterizado por destacar actitudes, ademanes, miradas, gestos y demás cualidades, contribuyendo a que sean portadores de los gráficos mensajes que trasmiten.

Y como decía García Lorca, en el primer pregón de Granada en 1936 “la vigencia de la Semana Santa es la propia vida del hombre, que cada día es traicionado, negado, atravesado, herido, engañado, apaleado, arrastrado de palabra y de obra y después es crucificado …”

Pero la Semana Santa archenera no sólo es un desfile de procesiones, es también una fiesta para los sentidos: una fiesta para los ojos que viven una apoteosis del color cuando ven pasar esas lentas hileras de capirotes negros, blancos o morados, o ese blando aleteo de las capas rojas o blancas. Esa apoteosis del color que se vuelve de un rojo intenso en las capas de los armaos, que se vuelve bronce resplandeciente en las armaduras, o se vuelve arco iris en el abanico multicolor de sus bordados y de sus penachos. El color de nuestra Semana Santa es un color de emoción contenida, ese color que nos da nuestro cielo y la huerta que hizo grande a este pueblo. Los colores de las Cofradías son un símbolo de lo que cada una representa, y que responden a la gama cromática de la naturaleza murciana. Siete colores dan singularidad a las Cofradías archeneras en consonancia ambiental, cuando en realidad el simbolismo pasional sólo admitiría tres: morado, negro y blanco, correspondientes a pasión-sufrimiento, a muerte y a resurrección.

La Semana Santa entra también por el oído, porque además del sonido de sus bocinas y la música de sus bandas, además de sus cornetas y tambores, sus trompas, sus trombones, sus oboes y sus flautas traveseras, hay otras músicas que vibran en los pentagramas de estas tardes de marzo o de abril.

Nuestra Semana Santa tiene un olor propio: es el típico olor de los hornos en los que se cocían -hoy cada vez se hacen menos- las monas de pascua que por estas fechas llenaban las despensas y las alacenas, y que antaño olían a la harina y a la leña de los viejos hornos; tiene igualmente el olor a azahar y otras muchas flores de los pasos, el olor a cera de las procesiones y el olor a incienso de las iglesias…

La Semana Santa archenera rinde también tributo al sentido del gusto, porque hay sensaciones que van dirigidas directamente al paladar. Ese sabor a mona dorada y esponjosa, coronada de huevo duro, a habas tiernas que crujen al morderlas, a comidas de vigilia, a los guisos de trigo, de bacalao y sobre todo a paparajotes. La procesión nos sabe a los archeneros a merienda en la calle, guardando las sillas y esperando impacientes el rumor de los tambores. Nuestra Semana Santa sabe a caramelos, algunos envueltos en versos, que se deshacen lentamente en la boca dejando un regusto a infancia perdida: a anís, limón, menta, fresa y naranja.

Y, finalmente, el quinto y último de los sentidos con el que puede percibirse la Semana Santa es el del tacto. Ese tacto de la mano siempre abierta con que este pueblo recibe a todos los forasteros o paisanos que, por estas fechas, llegan desde otros lugares. Y ahí, en ese gesto de estrechar la mano a antiguos vecinos, a familiares o a viejos amigos, es donde estas fiestas adquieren su dimensión más entrañable, más auténtica y más solidaria.

Un pueblo está hecho de las manos que lo trabajan, de los pasos que recorren sus calles, del bullicio de sus fiestas; pero también está hecho de memoria. Un pueblo es la realidad de todos los días, pero también es un mapa antiguo lleno de recuerdos. Un pueblo es toda esa gente que cada mañana sale de su casa a enfrentarse a la vida, pero también es ese metal, ya frío y callado, de sus muertos. Un pueblo son sus casas, sus calles, sus plazas, sus tabernas; pero el pueblo de verdad, el que se lleva siempre a todas partes porque está dentro de uno mismo, es el de la infancia.

El pueblo que no recuerda sus raíces es un pueblo muerto, no todo es hormigón y bienestar, el ser humano necesita cultivar sus creencias para seguir amando. Pobre de aquel que no tenga nada que recordar.

Autor: Manuel Enrique Medina Tornero.